Hay
momentos en la vida que nos hacen reflexionar sobre el caminar diario.
Situaciones que traen a la memoria todos los momentos que fuimos acumulando
sobre nuestro existir. Entre tantas realidades la pérdida de un ser querido es
quizás la que más nos sensibiliza, y aunque parezca contradictorio nos lleva a
reflexionar sobre qué es lo importante de todo lo que hacemos día a día. El
pensar en ellos, junto con el sentir esa ganas de abrazarlos por última vez,
llevan al corazón a sentir que no los perdimos paras siempre. Por eso la mayoría
eleva un pedido para que les de las fuerzas para seguir andando; a la vez que
se toma conciencia de que un día también hemos de partir.
Desde
años inmemorables, todas las culturas tienen un día o semana en el año donde les
piden a aquellas personas que ya no están en esta tierra que los iluminen y le
den fuerzas para emprender los proyectos y no bajar los brazos invadidos por la
tristeza de los que se fueron; pero acompañan de otra manera.
También
un día llegara el momento de cerrar los ojos y dejarse ir, con la sensación en
el alma de que no todo se termina acá. Está ese anhelo del corazón por volver a
ver a aquellos que nos precedieron.
Cuando
llegue el instante de dejar todo lo que no nos llevaremos: ¿Qué dejaremos?
¿Cuál será nuestro legado? ¿Cómo quisiéramos que nos recuerden?
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