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martes, 12 de abril de 2016

Reflejo

Si bien es verdad que uno aprende de niño la mayor parte de la educación intelectual, física y espiritual, no puede decir que sólo a ellos se los educa, porque la verdad es que todos a lo largo de nuestra historia vamos aprendiendo. Y quien deja de amar deja de aprender.
Canta Joan Manuel Serrat:

A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.

"Esos locos bajitos" que se nos parecen son el fruto de lo que le dejamos, enseñamos y  negamos. Por hay que levantarse cada mañana preguntándose ¿que le cargo en la mochila a esos niños/as que nos rodean? Quizás sean los que el día de mañana nos dejen olvidados en un rincón o nos tiendan una mano para ayudarnos a pasar la calle. Y cuando todo esto suceda preguntaremos: ¿Cómo tratamos a la gente mayor ? ¿Cómo tratamos a estos niños/as que hoy están a nuestro lado? ¿Qué aprendimos a lo largo de este don tan hermoso que es la vida y qué enseñamos? ¿Qué dejamos y que nos llevamos?

Se educa con gestos y palabras –y no solo con estas- Se educa cuando nos damos cuenta que lo importante que tenemos en la vida son esos locos bajitos que a menudo se nos parecen…

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